Y Thierry Ardisson inventó la “neotelevisión”

Las diferentes reacciones a la muerte de Thierry Ardisson atestiguan, más allá de los homenajes convencionales, la consagración de una figura ciertamente original, pero ejemplar de una televisión en profunda transformación, habiendo pasado de la era de la «paleo-» a la «neo-televisión», según la expresión de Umberto Eco.

Rompiendo con los presentadores de la generación anterior, confinados en los espectáculos de variedades, mostrando su sencillez en una prensa televisiva entonces en su apogeo (pensemos en Télé Sept Jours), encarnando un estilo de vida y unos valores familiares consensuados cercanos a los que supuestamente sostenía su audiencia, Ardisson cultivó, desde el principio en 1985, un estilo provocador en oposición a los códigos del monopolio del servicio público que establecía una clara separación de tareas entre periodistas y presentadores.

En efecto, a pesar de la popularidad muy real de estos últimos, la supremacía de los primeros era entonces incontestable, guardianes de la seriedad de una televisión que se asignaba entonces la misión de cultivar y de informar mucho más que de entretener para retomar el tríptico que merecía pliegos de condiciones.

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